10 enero, 2017

La Solidaridad. Valor humano por excelencia.

Etimología:

La palabra Solidaridad está compuesta por:
La palabra latina Solidus, que se asocia con la raíz indoeuropea Sol.
El sufijo Ario, Solidario: que indica procedencia o pertenencia.
El sufijo Dad, Solidaridad: que indica cualidad.

El Diccionario de la Real Academia Española indica que etimológicamente la palabra solidaridad viene del vocablo latino "solidus", del que se conocen tres acepciones: 1. Firme, macizo, denso y fuerte. 2. Dicho de un cuerpo que, debido a la gran cohesión de sus moléculas, mantiene forma y volumen constante. 3. Asentado, establecido con razones fundamentales y verdaderas. El mismo diccionario recuerda que en el lenguaje jurídico dícese "solidario" para referirse al modo de derecho u obligación in solidum, que implica un compromiso asumido en conjunto por varias personas que se obligan a responder cada una por el conjunto de ellas. Como otra acepción de la palabra solidario, se menciona finalmente la adhesión a la causa o a la empresa de otros, que se asume como propia.

La propia naturaleza de la palabra describe su aplicación práctica. Valor  fundamental que refleja verdadera empatía con el prójimo y constituye la base que propicia el reconocimiento a la igualdad de derechos sin acepción de personas. La solidaridad viene a establecerse como base para muchos otros valores humanos especialmente en tiempos de tribulación. Pieza fundamental de nuestras relaciones sociales y de la verdadera amistad.

La solidaridad trasciende toda frontera, no conoce límites, no hace acepción de personas.
Es fundamental fomentar la enseñanza de este valor a los niños desde el amor por los animales y la naturaleza hasta el amor por su prójimo, ya que es un proceso que durará toda la vida y está íntimamente ligado con la justicia social.

La solidaridad social

En términos más generales la solidaridad crea sentimientos de pertenencia del hombre a la nación a la cual pertenece, la sociedad en que vive; Es el motor que se enciende para hacer a los ciudadanos de un país trabajar y luchar juntos por un motivo en común.

Para poder hablar de solidaridad dentro de una sociedad que por naturaleza discrimina a las personas  por razones de índole racista, sexo o condición social -entre otras- es obligatorio que la Ley fundamental de un Estado se encargue de regir los derechos y libertades para consolidar los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; que darán como resultado una verdadera justicia social. 

En el siguiente extracto podemos ver que para dar cumplimiento a este requerimiento, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela reza lo siguiente:

“Se reconocen los derechos al libre desenvolvimiento de la personalidad y a la igualdad. En relación con éste último, se refuerza y amplía la protección constitucional al prohibir no sólo las discriminaciones fundadas en la raza, el sexo la condición social, sino además, aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona. Lo anterior obedece a que en la práctica la dinámica social suele presentar situaciones de discriminación que deben su origen a razones distintas de la raza, el sexo o la condición social.”
La Solidaridad y su base espiritual.

(Hebreos 13:16) “No se olviden de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a Dios.”

Nótese la manera en que se ligan la solidaridad y el bien. Aunque la palabra solidaridad no la encontramos en la Biblia de manera explícita sí la encontramos de forma implícita. De hecho, si hay una palabra que traduce perfectamente el mensaje del Evangelio de Cristo esa es Solidaridad. Todo Su Evangelio nos habla de una propuesta de solidaridad. Desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento encontraremos la justicia social que Dios demanda hacia viudas, huérfanos, desposeídos y extranjeros y en general hacia nuestro prójimo. (Éxodo 22:21-23)  “Al extranjero no maltratarás ni oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A la viuda y al huérfano no afligiréis, si lo afliges y él clama a mí, ciertamente yo escucharé su clamor…”  
Trasladándonos al Nuevo Testamento, parece que la palabra viuda continúa teniendo un significado muy importante para nuestro Señor. Jesucristo, amonestó a sus discípulos a que se cuidaran del ejemplo de los escribas, que fingían rectitud con sus túnicas largas y sus oraciones interminables, pero que devoraban las casas de las viudas (véase Lucas 20:46–47).   La palabra viuda es en algunos casos tipo de extranjero, huérfano y  desposeído a un mismo tiempo. No es casualidad que Dios tomara previsiones y dispusiera importantes ordenanzas para su cuidado tanto en el AT como en el NT ¡cuántos seres humanos encontramos en este estado a lo largo de nuestro camino¡ y muchas veces la solidaridad que Dios nos demanda desde el principio es ignorada.
En el Nuevo Testamento veamos lo expuesto por Jesucristo en el pasaje de   (Mateo 7:12) “ Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.”

La palabra más próxima a Solidaridad, porque la supone y la incluye, es Ágape, que aparece 116 veces en el Nuevo Testamento (de las que sólo nueve en los evangelios). Con ésta se indica  el amor que proviene o tiene por objeto a Dios, o al hombre en cumplimiento del precepto divino: “Amarás a Dios... y al prójimo como a tí mismo” (Lucas 10:27).

Jesús indica en el Evangelio de Juan la medida del amor solidario: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado” (Juan 15:12). Con este mandamiento Jesucristo se propone a sí mismo como medida e invita a amar como él amó, hasta el punto de entregar o dejarse quitar el don más preciado: la vida.

El Evangelio es, por tanto, una llamada constante a este estilo de vida basado en el amor solidario. Nuestro Señor Jesucristo nos invita a posicionarnos en un nivel de utopía.  Conmueve los pilares sobre los que se asienta la sociedad de todos los tiempos: el egoísmo y el dinero para sustituirlos por un nuevo pilar que haga nacer no una sociedad reformada, sino una sociedad nueva, totalmente nueva en la que hasta el enemigo se convierte en objeto de amor y solidaridad.

La generosidad del discípulo de Jesucristo va más allá del compartir. Jesús invita a dar y darse en el caso límite hasta quedarse sin nada. Compartir es de estricta justicia, dada la igual condición de todos los hombres, pero los que pertenecen al reino de Dios han superado aquellos viejos cánones y han sustituido la justicia, como patrón del comportamiento humano, por el amor al prójimo -incluso cuando es enemigo como único y decisivo mandamiento. La solidaridad que Dios demanda de sus hijos es aquella nacida de un corazón que anhela el bien ajeno inclusive por encima del propio. 




La inocencia de un bebé descrita en una imagen


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